Iniciar la Vida

Era él algo más que un cuerpo. Era una amalgama de partículas de estrellas, un mítico ser sacado de una novela de ficción, un poco abstracto, etéreo, sublime, pero casi humano .

Era una inspiración, un canto a la belleza, a lo puro, a lo certero, un himno al altruismo, a la fuerza, al poder, al acero bruto, capaz de convertirse en una hermosa obra, sin bordes, sin aristas, con gran capacidad de contención, sin filos ni asperezas...

Era hermoso como el vuelo de las mariposas en primavera, andaba con el alma llena de canarios enjaulados. A veces dubitativo, otras taciturno, nunca omitido. Con un peso específico ponderable por mucha gente, con una extraordinaria calidez en sus manos y en su mirada.

A pesar de que no todos podemos catalizar el amor que se nos entrega gratuitamente, él era experto en ser diferente. Soñaba con fundirse en un letargo profundo, renacer, respirar... Poder sentir, amar y vivir a su manera; su sistema de ponderación era único pero el desgaste de sus pasos y el ritmo de su andar evidenciaba que era difícil despertar cada día, sus ilusiones se quedaban tendidos en una cama fría y solitaria, abrazadas a una almohada que no se empapaba de sueños y a una manta gélida colmada de indiferencia.

Entre la brillantez de su sonrisa y la ternura de sus hermosos ojos su alma gritaba, deseaba dejar de subsistir, de sobre vivir a cada intento cada día; necesitaba sueños, ilusiones, migajas de ternura y moléculas de amor para poder iluminar sus días.

Un día decidió tener una vida diferente, despertó del letargo donde estaba inmerso por la prisa y las necesidades sociales, banales y etéreas, carentes de calor y afecto. Despertó y abrió los ojos de su corazón a la prosa, a los colores, a la poesías, respiró con toda su piel la fragancia de la esperanza y dejó sus pies bailar con el ritmo de su propia música. Nm