Cada quien con su Lobo Feroz

Era maravilloso sentir su presencia.

A veces sin decir palabra alguna sentía sus ojos recorriendo mi espalda, sentía sus pasos con el galopar de mi corazón y el solo hecho de escuchar su voz era motivo para que miles de mariposas salieran en desvandadas a volar por mi estómago.

Si, realmente era difrente,normal, humano, pleno, adulto y a la vez niño. Nunca llegó a sorprenderme porque su límite en mi razonamiento es simplemente invisible, es un ser maravilloso.

Me encantaba verme en sus ojos, era una imágen pura y tan cristalina que parecía que mi imagen era parte de las aguas de un río, un lienzo mío con detalles innúmeros.

Podría comparar su presencia en mi vida como una reacción en cadena, con el simple rose de sus manos la vída se ponía al revéz, vivíamos en una esfera, en otro planeta, nada fuera de nosotros dos existía, todas las conversaciones eran ruidos lejanos, la temperatura era agradable, él era cálido y cercano, sus manos curaban cualquier dolor, sus palabras desvanecían cualquier pena.

Era maravilloso tenerle, apricionarle en un tierno abrazo, pero a la vez era impresionante sentir iguales sensaciones a las experimentadas por mi, pero en su cuerpo. Ambos fibrilantes como el fuego en las velas de las iglesias...

Sus manos sudaban entre las mias, y su corazón no le dejaba respirar, las palpitaciones le hacían ver como todo un adolescente ruborizado por los nervios...

Mi corazón decidió amarle, él es el unicornio azul de un hermoso cuento. Es aquel Lobo Feróz que cambió totalmente la historia de Caperucita, por quien Caperucita decidió escribir su propio cuento. Y aunque no esté está en mi memoria, nadie sabe donde está, pero éstas palabras siguen perteneciéndole porque siguen siendo suyas.